Ser padre es maravilloso aunque también toda una aventura que ya nunca finalizará y es que, en función de la edad del pequeño, los sustos que nos dará irán en proporción a su edad, siempre que no sea por una cuestión extraordinaria como una enfermedad o accidente verdaderamente graves; situaciones que, afortunadamente, son poco frecuentes.
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Y es que, cuando nuestro hijo es muy pequeño, sobre todo cuando somos novatos, nos vamos despertando a cada momento para ver si nuestro bebé respira. Más adelante, cuando está intentando caminar, vamos siempre detrás de él para impedir que pueda hacerse daño al caer. En la guardería vivimos pendientes de que no nos llamen para decirnos que se ha dado un golpe que necesite puntos y al llegar a Primaria los miedos se amplían al hecho de que aprenda como los demás la lectoescritura y el resto de labores escolares. ¡Ah! sin olvidarnos de que esté bien adaptado con el resto de niños de su clase.
Al llegar a la ESO nuestra inquietud aumenta. ¿Y cuáles son los miedos que invade a un padre/madre al llegar su hijo a esta etapa? Pues nos preocupa que vaya de botellón, que tengan amigos “poco recomendables” o que se meta en problemas relacionados con el sexo y las drogas. Y la ESO pasa y llega el Bachillerato, con él la proximidad de la mayoría de edad. Entonces surge nuestra angustia por el hecho de que no haya decidido hacia dónde quiere dirigir su vida o que lo escogido no sea lo más adecuado.
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Uno: realizando una labor educativa desde el principio de su vida cargada de explicaciones con sentido y comunicación en ambas direcciones. Eso significa que será básico que desde bien pequeño nos sentemos con él y le escuchemos. Que le dediquemos tiempo para que nos haga preguntas sobre cualquier tema de la vida y se las respondamos de forma adaptada a su edad. Eso aumentará su confianza en nosotros y cuando llegue a edades complicadas como la adolescencia, habrá más probabilidad de que nos confíe sus miedos y sus inquietudes y, de esta manera, podamos ayudarlo.
Dos: haciendo uso de valores como el respeto o la capacidad de escucha. Eso se consigue siendo modelo a seguir para nuestro hijo. Si nosotros respetamos a los demás y sabemos escuchar a los que nos rodean, nuestro hijo también actuará de la misma manera.
Tres: tendremos que mostrar confianza en él. Si lo hacemos de forma sincera, él lo captará y se hará digno de recibirla y de actuar en consecuencia.
Cuatro: en cualquier caso, vivamos cada etapa de nuestros hijos con serenidad por nuestra parte, al aceptar que no podemos llegar a influir en todos los ámbitos de su vida ni vigilar lo que hace en todo momento.
Así pues, y para terminar, animaros a vivir la paternidad/maternidad con la máxima alegría porque, a pesar de los dolores de cabeza que pueda darnos ser padres, os invito a que cojáis papel y lápiz y apuntéis todas las alegrías que vuestro hijo os ha dado a lo largo de su vida. Veréis que no dais a vasto escribiendo y comprobaréis que la lista es siempre superior a los disgustos. ¿Hacemos la prueba?
Espero que te haya gustado el post y te animo a que lo compartas si ha sido así para que más padres puedan saber que lo que sienten es normal y que no están solos en esta intensa carrera de fondo que es la paternidad. ¡Gracias!
Me encanta tu artículo! Esta lleno de ternura, y los cuatro consejos, que pueden parecer muy sencillos y de aplastante sentido común, son los pilares básicos para acabar formando personitas equilibradas y con la suficiente fuerza para tirar adelante.
ResponderEliminarUn abrazo